EL
MUNDO
9 mayo
2016
Laura Tardón
Una especie de tirita capaz de proteger a la piel, no de las
heridas, sino del envejecimiento, incluso con potencial para restaurar algunos
de sus efectos ya producidos por el paso de los años, como las arrugas, las
manchas y las bolsas de los ojos.
Es el
último avance, aún en fase de investigación, presentado por un grupo de
científicos del Massachusetts Institute
of Technology (MIT),
quienes destacan como clave de su éxito el desarrollo de un nuevo tipo de
polímero biocompatible con el organismo humano.
Con el tiempo,
inevitablemente, la piel va deteriorándose. La regeneración celular se debilita
y elementos como las radiaciones ultravioleta (UV), determinadas enfermedades,
las toxinas, los microorganismos, el tabaco, el alcohol, etc. precipitan este
proceso en la dermis, que pierde firmeza y elasticidad. En consecuencia,
empiezan a manifestarse signos como la piel flácida, las líneas de expresión,
las primeras arrugas y la deshidratación.
Hace más de 10 años, este
equipo de expertos del Hospital General de Massachusetts
se propuso desarrollar una segunda piel, una especie de capa protectora que
reuniera todas las propiedades mecánicas (elasticidad y flexibilidad) de la
dermis natural y se convirtiera, además, en una solución para devolver al cutis
sus atributos iniciales. "Empezamos a pensar en cómo lograrlo a través del
recubrimiento de polímeros biocompatibles", expone Daniel Anderson, uno de los autores del artículo que se acaba de publicar
en la revista Nature Materials.
"Queríamos que el material también fuera invisible y cómodo".
Los investigadores crearon
una biblioteca de más de 100 candidatos a polímeros reparadores de la piel.
Todos se caracterizaban por una estructura química conocida como siloxano, una cadena de átomos de silicio y oxígeno
alternantes. Son un tipo de resinas de silicona, no tóxicas, que pueden ser
implantadas en el organismo humano sin ser rechazadas. En palabras de los
autores, "estos polímeros pueden ser ensamblados en una disposición de red
conocida como una capa de polímero reticulado (XPL)". De todos ellos,
escogieron el que mejor imitaba la elasticidad y flexibilidad de una piel sana.
A partir de este material siloxano, Robert Langer y su equipo han diseñado una especie de gel. Basta con extenderlo sobre la dermis y, en segundo
lugar, aplicar un catalizador de platino en formato de crema que convierte al gel en una especie de 'film' transparente (una película
reticulada que permanece en la piel) que no sólo refuerza físicamente a la
piel, también proporciona una capa de barrera transpirable. Así lo observan los
científicos de Massachusetts, de Living Proof y del laboratorio Olivo después de hacer la prueba en
cuatro personas. Con ellos, pudieron comprobar que este modelo de piel
artificial mejoraba la función de este órgano en pacientes con piel seca y
restauraba su estética, previniendo signos de envejecimiento como las arrugas y
las indeseadas bolsas de los ojos. En este sentido, la imagen que incluyen en
su artículo resulta clarificadora. Cuando se aplicaba el material desarrollado
debajo de los párpados inferiores, el aspecto de las denominadas 'bolsas'
cambiaba espectacularmente. También aumentaba de forma significativa la
hidratación de la zona tratada. Como relata el artículo, "era evidente una
fuerza de compresión constante que apretaba la piel y dicho efecto duró
aproximadamente 24 horas".
En vista de los resultados,
Langer postula que esta 'segunda piel' podría también
preservar a la dermis de los daños de los rayos ultravioleta. Y más allá de la
estética, también podría conllevar beneficios desde el punto de vista médico,
consistente en la administración de productos farmacéuticos para condiciones
como la dermatitis y eccemas.
En definitiva, es una capa
invisible, elástica, flexible, hidratada, capaz de adherirse a la piel y
biocompatible con el organismo humano que logra reducir los efectos del
envejecimiento, tensando la piel y suavizando las arrugas. "Proporciona
una mejora estética y podría suministrar medicinas de aplicación atópica", señala Langer.
Esta piel artificial aglutina una serie de rasgos que la convierten en un
"material ideal para su uso en seres humanos", según Anderson, profesor de ingeniería química del MIT y miembro
del Instituto Koch de investigación del cáncer del
MIT.
La biocompatibilidad
es un elemento clave para evitar el rechazo por parte del organismo humano.
Como señala al comentar este estudio Rebeca Hernández, investigadora del
Instituto de Ciencias y Tecnología de Polímeros, "los polímeros son el
área de biomateriales con mayor proyección en la
salud; especialmente el caucho y el poliuretano se utilizan para catéteres,
apósitos, parches de liberación de medicamentos, para lentes de contacto,
impresión en tres dimensiones para crear órganos artificiales...". Pueden
ser de origen natural, como el colágeno o la celulosa, o sintético, como es el
caso del polímero desarrollado por Langer y sus
colegas.
Antes de probarlo en la
piel de personas, las pruebas de laboratorio ya indicaron señales que apuntaban
altas expectativas. Dicho material podía someterse a un estiramiento de más del
250% y después, recuperar su estado inicial sin efecto alguno. En esta fase de
experimentación, para evaluar las propiedades de este polímero, se comparó con
otros ya comercializados e incluidos en los actuales apósitos para las heridas
de la piel (gel de silicona y láminas de
poliuretano). Dada la superioridad, los investigadores se decidieron a probar
esta 'segunda piel' en humanos.
"La creación de un
material que se comporta igual que la piel natural es muy difícil", apunta
Barbara Gilchrest,
dermatóloga del Hospital General de Massachusetts.
"Muchos científicos lo han intentado, pero los materiales disponibles
hasta la fecha no han logrado la elasticidad, flexibilidad, la biocompatibilidad y la comodidad que aporta este nuevo
avance".
Desde el punto de vista de
la estética, argumenta Isabel Sánchez Muñoz, responsable de investigación del
banco de tejidos del Hospital Universitario de Getafe
de Madrid, "las actuales opciones para reducir arrugas y corregir las
bolsas de los ojos pasan por tratamientos más invasivos,
como infiltraciones de relleno y cirugía plástica". En los últimos meses,
agrega la experta, se han publicado otros trabajos con una línea de
investigación similar.
No obstante, cabe señalar
que existe otra concepción de 'piel artificial', más referida al campo del
tratamiento de heridas de personas quemadas, un área en el que el Hospital de Getafe es referencia. En este sentido, ilustra Sánchez
Muñoz, "hemos conseguido desarrollar un modelo de piel artificial vascularizada". Con el paso del tiempo, los injertos
de piel artificial que se utilizan en la actualidad se pierden porque al no
tener vascularización, les falta aporte de
nutrientes. "Ahora estamos probando si realmente funciona el nuevo modelo.
Hemos experimentado en ratones y lo que vemos es que prende muy bien".